lunes, 19 de agosto de 2013

De vacas, flacas, pero vacas al fin y al cabo

Como habréis podido observar, el blog está de vacaciones durante unos días. El 1 de septiembre volverá con más fuerza que nunca (o al menos, con la de costumbre).

Os recuerdo que el mismo día 1 hay sorteo entre los seguidores (o no, porque de momento sólo sigue el blog una persona, que estará con los dedos cruzados para que no se apunte nadie más y llevarse el ebook directamente :-D)

Bueno, vuelvo a mi retiro espiritual. A todos y a todas las que estéis de vacaciones...

¡Feliz verano!

... y por supuesto, a los demás también.

¡Nos leemos en unos días!

lunes, 5 de agosto de 2013

Capítulo cuatro

Hola, lectores y lectoras

Una vez más, me he visto obligado a volver sobre la historia de Ricardo, y he acabado con el capítulo cuatro.

Como siempre, lo cuelgo en el apartado correspondiente, "Punto Hell", en el menú de la parte superior de la pantalla.

Espero que os guste, y os recuerdo que cualquier comentario, tanto positivo como negativo, será bien recibido (los primeros, más) :-)

Nos leemos.

El increíble e irresoluble misterio del botón maldito que nadie se atrevía a pulsar

Os recuerdo que aquí al lado hay un botoncito de color celeste (sí, sí, justo aquí->), que os permite seguir el blog. Y os recuerdo también que en septiembre, concretamente el día 1, sortearé un ebook entre todos los que estéis siguiendome.

Ahora sólo tengo un seguidor, aparte de yo mismo, que me he metido para rellenar :-)

De cerca de dos mil visitas, ¿solo una ha decido hacerse seguidora?

Sniff...

Os aseguro que es gratis :-D

sábado, 3 de agosto de 2013

Visitas al blog a nivel mundial


No deja de ser curioso cómo se reparten a nivel mundial las visitas al blog...


¿Hola?
¿España?
¡Estoy aquí, en Málaga!

¡Eooooooo!

Capítulo tres

Hola, lectores y lectoras.

Es sábado.
Agosto.
Fuera, debemos rondar los 35 grados.
Apuesto a que más de la mitad de Málaga está en la playa.


Y yo aquí, con mi pie en alto, a punto de curarse. El martes hace ya tres semanas desde que descubrí que no se debe dar una patada a un balón con zapatillas de estar por casa, y menos aún si hay un escalón cerca.

Como no hay mal que por bien no venga, y teniendo en cuenta que la mejor forma de pasar el tiempo es escribiendo, os dejo el tercer capítulo de mi blogvela (acuño el término, por si nadie lo ha usado antes)

Si habéis leído las dos anteriores entregas, en esta veréis como Ricardo se mete en terreno desconocido sin quererlo, ignorando las advertencias que le hace algo desde muy dentro de su cerebro. Espero que os guste.

Para no repetir información, lo cuelo directamente en la opción "PUNTO HELL" en el menú principal.

Os recuerdo que podéis haceros seguidores del blog con el botón celeste de la derecha. De momento, sólo hay dos seguidores, y uno de ellos soy yo. Saber que estáis al otro lado, anima a seguir escribiendo.

Os recuerdo también que podéis escribir comentarios en el blog, siempre serán bien recibidos.

Nos leemos.

Nueva página en el blog

Como podréis observar, hay una nueva entrada en las páginas del menú principal, aquí arriba, dedicada a aunar en un mismo sitio todos los capítulos de la "blogvela" que he decidido llamar, al menos de momento, "Punto Hell". 

Aunque los capítulos seguirán apareciendo como entradas en el blog, las pondré también en su correspondiente entrada del menú para facilitar su lectura.

jueves, 1 de agosto de 2013

Capítulo dos

Hola, lectores y lectoras.

Vale.
Dije que iba a intentar escribir al menos un capítulo cada semana.
Pero la historia no me deja soltarla. Esta tarde la he cogido un rato, para ver qué tenía que contarme, y sin querer he escrito el segundo capítulo. La verdad es que Ricardo me tiene preocupado. Las cosas no le van nada bien, y como veréis en este segundo capítulo, no tienen pinta de mejorar. Al contrario, en este capítulo le sucede algo que marcará el resto de la historia.
No os cuento más, os dejo que la leáis.

Espero que haya alguien al otro lado que se haya decidido a leer la historia. Como os dije, agradeceré vuestros comentarios. Esto que escribo no tendría sentido si no estáis al otro lado para leerlo.

Si acabáis de llegar, tenéis el primer capítulo en un post anterior, no queráis empezar la casa por la ventana :-)

Espero que os guste.

Nos leemos.

CAPÍTULO 2
-Vaya. ¿Tanto se me nota? –bromeó con cierto deje de melancolía para sí mismo. Paseó el cursor sobre el mensaje una y otra vez, como si éste fuese su mascota y lo estuviese acariciando simplemente para relajarse, sin decidirse a pinchar sobre él. Cuando volviese sobre ese momento, y en los próximos días lo haría una y otra vez sin remedio, se sorprendería de que la sensación que ahora era incapaz de reconocer era una especie de sexto sentido. Una alarma, quizás instaurada en lo más profundo de la especie humana en el momento de su creación.
Una alarma que gritaba con todas sus fuerzas para impedir que abriese el mensaje.
Detuvo el cursor sobre la enigmática frase. Tu sueño hecho realidad.
Ya.
Lo malo es que, en ese preciso momento, no tenía nada claro cuál era su sueño. Quería que volviese Claudia. Quería recuperar su vida perfecta. Quería… ¿Quería escribir?
Sí. Por encima de todas las cosas. Necesitaba sentir ese ansia por saber lo que le quería contar la página en blanco. Quería desgranar sus ideas en palabras que fuesen encajando una con otra hasta contar la historia perfecta. Hacía tanto que no sentía esa sensación…
Soltó el ratón y se echó hacia atrás sobre su perfecto sillón ergonómico. Otra de las partes perfectas que acababan componiendo entre todas su vida imperfecta. Se atusó el pelo y se levantó a mirar por la ventana. Fuera, la noche era totalmente desapacible, y apenas unos pocos valientes se atrevían a moverse por las calles. Había empezado a lloviznar, y un fuerte viento hacía que los cristales de la ventana se moviesen de forma perfectamente perceptible hacia dentro y hacia fuera, a merced de los caprichos de las corrientes de aire. Extendió su mano izquierda y la apoyó contra el cristal. La vibración se detuvo, pero sintió una clara bajada de la temperatura en torno a su brazo. El vello se le erizó como queriendo confirmar que no eran imaginaciones suyas.
-Cristal con doble aislamiento. Sí, claro –pensó. En la calle, un paraguas se volvió del revés y le fue arrebatado a su dueño de un tirón por la fuerza del viento.  El antiguo propietario del paraguas que ahora pertenecía al Dios de los vientos, un muchacho joven, corrió tras él, pero el paraguas, atrapado en un remolino, pareció querer reírse de él girando a su alrededor, antes de salir disparado fuera del encuadre de imagen que le mostraba la ventana. El muchacho corrió tras él, perdiéndose también de la escena.
Ricardo volvió a sentarse en su perfecto sillón.
Tu sueño hecho realidad.
-Qué demonios –pensó. Colocó de nuevo el cursor sobre el mensaje, y pulsó dos veces sobre él. La ventana se extendió hasta ocupar toda la extensión de la pantalla. Estaba preparado para una avalancha de palabrería acerca de la escritura creativa, métodos, técnicas, y demás. Pero no para lo que se encontró. El mensaje estaba totalmente en blanco, excepto un enlace, marcado en azul y subrayado. Una ilegible e interminable sucesión de letras aparentemente sin sentido.
-No me lo puedo creer. A veces me sorprendo de lo gilipollas que puedo llegar a ser. Punto hell. Ya.
Miró a la esquina inferior derecha de la pantalla. El icono del programa antivirus permanecía inalterable, cuidando sus archivos con cariño casi paternal. Aún no le había avisado de ningún intento de acceder a su equipo, pero hubiera sido capaz de apostar su vida a que si pinchaba en aquel enlace el antivirus se pondría a disparar avisos totalmente desquiciado.
Dejó el programa de correo abierto en un segundo plano y abrió el procesador de textos. La maldita página en blanco se mostró ante él, desafiante. No se dejó amilanar y empezó a escribir las ideas tal como le venían a la cabeza. No se preocupó de buscar un título, ni siquiera un punto de partida desde el que empezar a desarrollar la trama. Ya habían sido demasiadas las veces que había caído en esas trampas en las semanas precedentes, y siempre acababan con él yéndose a dormir sin haber sido capaz de escribir una sola línea.
Al principio, las frases fluían con suavidad, e iban encajando unas con otras relativamente bien. Pronto, la primera página estaba completa y la segunda se mostró en la pantalla de forma automática, desafiándolo de nuevo con su blancura. Colocó las yemas de los dedos sobre las teclas, e iba a continuar con su monótona sinfonía silenciosa, cuando sonó el teléfono.
-Mierda –dijo en voz baja, e intentó concentrarse en lo que tenía delante. Las palabras que habían fluido con soltura hasta el momento, se convirtieron de repente en aceite espeso. Luego se congelaron como un bloque de hielo seco y se dispersaron como el humo que brota de él al mojarlo, fuera de su alcance.
-Joderjoderjoder... –balbuceó con rabia. Miró la hora en la esquina inferior de la pantalla. Las doce menos cuarto. Sabía que el único que lo llamaría a horas tan intempestivas sólo podía ser su agente. Y con toda la razón del mundo. Llevaba semanas evitándolo, sin contestar a sus llamadas ni a sus mensajes. Se alejó de la pantalla en blanco, y comenzó a sentirse mejor conforme más distancia iba poniendo entre él y aquella superficie plana que podía llevarlo al mayor de los éxitos o sumirlo en el más espantoso de los fracasos. El reconocedor de llamadas le confirmó lo que él ya sabía.
- Enzo –dijo.
-¡Hombre! ¡Por fin! –dijo la voz al otro lado de la línea - ¿Sabes cuántas veces te he llamado? Y lo que es peor… ¿sabes cuántas me ha llamado a mí la editorial?
-Lo sé. Enzo, te pido mil perdones. He estado… un poco liado…
-Espero que haya sido escribiendo. ¿Cómo va la cosa?  Dame algo que pueda contarle a la editorial, por favor.
Ricardo se imaginó a Enzo gordo, sentado en su despacho, en la penumbra, fumando un inmenso puro. Las hebras de humo se entrelazaban sobre él y se apartaban formando remolinos al salir de su nariz. Todo un padrino de la mafia. La imagen se difuminó al recordar cómo era realmente. Enzo, o mejor dicho, Lorenzo Rodríguez, quien superaba con dificultad los sesenta kilos, y el humo de un cigarro lo haría toser hasta volverse del revés. De hecho, Ricardo creía que no había conocido en su vida a nadie tan sano.
-No te preocupes. Todo va sobre ruedas – mintió.
-Perfecto. No necesito oír nada más. ¿Podremos enseñarles algo en… digamos, una semana?
Ricardo apoyó el puño contra la pared, y colocó la frente sobre él. Apretó los ojos con fuerza.
-Claro, sin problemas. Perdona, Enzo… me he levantado del ordenador para contestar… si no te importa…
-¡Ni media palabra más! ¡Sigue escribiendo, genio! ¡El tiempo es oro, y mientras más oro tengas, más me tocará a mí! –bromeó – Hablamos de nuevo cuando tengas algo en firme, ¿ok?
-Claro, está hecho –respondió Ricardo. Conforme se iba retirando el auricular del oído, escuchó a Enzo repetir:
-¡En una semana!
Una jodida semana. No había escrito nada aprovechable en seis meses, y ahora se acababa de comprometer a tener todo encaminado en una semana. Se arrastró de nuevo hacia el equipo y se sentó delante de él. Colocó las manos en el teclado, e intentó recuperar el hilo de lo que estaba escribiendo antes de que sonara el teléfono. Levantó los dedos, totalmente estirados. Los volvió a bajar sobre las teclas. Los levantó de nuevo, como si hubiera sentido una descarga eléctrica.
-Mierda –protestó. Miró hacia la hora. Las doce y cuarto. Decidió releer la primera página para intentar retomar el hilo. Movió la barra de scroll de la pantalla hasta llegar a la primera línea, y empezó a leer. Apenas un minuto después, tenía claro que lo que había escrito era
-¡Una auténtica mierda! ¡Joder! –gritó desesperado. De un manotazo, tiró al suelo todo lo que tenía sobre su mesa de trabajo. El teclado inalámbrico se estrelló contra el suelo con un sonoro crujido. El ratón sufrió la misma suerte, pero además la tapa salió disparada y las pilas rodaron hasta detenerse en la parte baja de las cortinas. Una lluvia de folios, la mayoría de ellos garabateados con apuntes inservibles acerca de tramas imposibles e inútiles personajes cayeron sobre los restos como extraños copos de nieve rectangulares de gran tamaño.
El azar determinó que con el impacto del manotazo sobre el ratón, el procesador de textos pasara a un segundo plano. La pantalla, de nuevo, mostraba el extraño enlace que había recibido por correo.
El azar.
O quizás algo más.
Ricardo estaba encorvado sobre la silla. Los codos apoyados sobre las rodillas, y la cabeza hundida entre las manos. El pelo caía a ambos lados de su cara, hacia abajo, formando una especie de cortina protectora que lo aislaba de esa parte del mundo que se había convertido en una prisión que ahogaba toda su creatividad.
Desesperación.
Bloqueo.
No podía sentir otra cosa.
Entonces miró hacia la pantalla y dejó la mirada fija en el enlace. Suspiró, y se levantó. Recupero las pilas, las colocó en su sitio en las entrañas del ratón inalámbrico y colocó la tapa. Amontonó las hojas, y recuperó el teclado. Milagrosamente, todo parecía seguir funcionando.

-Qué demonios. No puede ir a peor –dijo, y pulsó el enlace.


Sorteo de un ebook de "La Habitación 352"

Ahora que el blog tiene el botón para hacerse seguidor, vamos a aprovechar para sortear un ebook de "La Habitación..."

Como acabamos de recibir al caluroso Agosto, y tradicionalmente son unas fechas en las que todo se paraliza, vamos a dejar todo un mes para que el número de seguidores vaya creciendo.

El día 1 de septiembre, para hacer un poquito más llevadera la vuelta de las vacaciones, sortearé el ebook entre todos los seguidores.

A todos los que sigáis aún por aquí por esas fechas... 

¡Suerte!